Intervención sobre el 22 de marzo y las mujeres, en el coloquio “Sobre las huellas del Movimiento 22 de marzo”, organizado el 23 de marzo de 2018 en la Universidad de Nanterre por el movimiento 22 de marzo.
¿Mayo de ‘68 y el feminismo? ¿Mayo del ‘68 y las mujeres? ¿Cómo responder a la paradójica cuestión que se me ha planteado? Ausentes del movimiento de mayo, desde el otoño del ‘68 se expresaron sin embargo las reivindicaciones de las mujeres, y más ampliamente a partir de las asambleas generales no mixtas en Bellas Artes en el otoño del 70. Pero en el ‘68, a pesar de algunos indicios de los que hablaré más tarde, su visibilidad era igual a cero. Esta cuestión de “mayo del ‘68 y las mujeres” reenvía a otra: “Mayo del ‘68. ¿Y después?” Así formulada, me parece que la cuestión presenta una coherencia, portadora de continuidad entre los dos términos que son, de un lado “mayo del ‘68” y del otro “las mujeres”. ¿Quiénes éramos nosotras en el 68, cuando nuestras consignas eran: “La imaginación al poder” o “Gozad sin trabas”, temas premonitorios de la “revolución sexual” que se anunciaba? Teníamos 20 años, eran “nuestros bellos años”, nuestros jóvenes años. Un hermoso mes de mayo. ¿Y quiénes somos hoy? ¿Testigos, hombres y mujeres militantes, soñadores, poetas, “históricos” del 22 de marzo?
¿Cuáles son las huellas de mayo del 68 en nuestras vidas puesto que se trataba de “cambiar la vida” y que el título de nuestro encuentro nos incita a ello? Trataré de responder inspirándome en mi recorrido de militante, que comienza en el 68 –incluso un poco antes- y prosigue hasta ahora. Mi contribución no es otra cosa en definitiva que un modesto y breve ensayo de ego-historia.
¿Cuándo y cómo comienza mayo del 68? Todo el mundo lo sabe. Por la detención de Xabier Anglade después del ataque de militantes, de entre los cuales él era uno de los más convencidos, contra American Express el 20 de marzo, para protestar contra la guerra en Vietnam. Esa detención, a la que enseguida responde la consigna “¡Liberad a nuestros camaradas!”, fue seguida dos días más tarde por la ocupación de la sala del Consejo de la Universidad de Nanterre.
Para mí, mayo del 68 se inició dos años antes. En el 66 me acuerdo de la primera manifestación en la que yo he tomado parte, ante el Teatro de Odeón contra los fascistas que querían impedir la representación de Los Biombos de Genet. En ese recuerdo del 66 está incluido un recuerdo más antiguo, que permaneció vivo en mi memoria de infancia. Diez años antes era una niña, tenía 10 años. Vi con mis padres la película Noche y niebla [de Alian Resnais, ndt]y descubrí en treinta y dos minutos los crímenes masivos, el genocidio de los judíos, el antisemitismo, el nazismo, el odio del otro. Esas imágenes me marcaron para siempre. Estuvieron en el origen de todos mis compromisos: en mayo del 68, en el MLF (Movimiento de Liberación de las Mujeres, ndt), en Ruanda y en Calais…
Antes del ‘68, en el ‘64, ‘65, digamos que era rebelde frente a la moral rígida y autoritaria de mis padres. Mi conciencia política proviene de esa época en la que fui alejada por ellos al extranjero para refrenar y olvidar tanto mis primeros amores como mis deseos de niña, y dedicarme exclusivamente a mis estudios… En el ‘66 volví a Francia. Continué mis estudios de filosofía en Nanterre.
En el paisaje de 1966 y en el del ‘68 estaba Talila, mi amiga de siempre. Años después, estaba encantada cada vez que la escuchaba. Su voz es indisociable de mis recuerdos de esos años. Me acuerdo de las tardes en que escuchábamos cantar en una u otra de nuestras habitaciones en la Ciudad Universitaria. Más exactamente estaban Talila, mi hermana Dominique y yo misma. Nos alojábamos en el edificio de las chicas) (1). Allí, mayo del ‘68 empezó en marzo del ‘67, cuando las chicas reclamaron la libertad de circulación de los chicos en su edificio, no mixto, contrariamente al de los chicos en el que estaba autorizada la presencia de chicas. Esta reivindicación de mixidad) (2) manifiesta la ausencia flagrante de libertades que sufrían las chicas y las mujeres en esa época. Como prueba, el decano Grappin no quiso verlas ni escucharlas. Describió la ocupación del edificio de las chicas hablando de los “invasores” 3/, como si las chicas no se hubieran expresado ellas mismas. De hecho, ellas no tenían la palabra en esa sociedad fuertemente patriarcal.
Habría mucho que decir sobre la pretendida “mixidad” democrática, en la que de facto los hombres tienen el poder y usan y abusan del mismo contra las mujeres. Serán necesarios algunos decenios de reuniones no mixtas para llegar a deconstruir esa igualdad de fachada que se declina tanto en violencias conyugales como en desigualdades salariales. Serán todavía necesarios algunos años o decenios para deconstruir el pretendido “consentimiento” de las mujeres con la violencia que se ejerce contra ellas. Lo que el movimiento “Me Too” ha empezado a hacer recientemente.
En Nanterre me gustaba la proximidad de los “camaradas” (como se decía entonces) anarcos, trotskistas, situacionistas y otros. El surrealismo influía en las consignas. La noche del 22 de marzo estábamos juntos sin demarcación definida y definitiva, ocupando con alegría la sala del consejo, en el octavo y último piso del edificio administrativo. Chicas y chicos. Las chicas más difuminadas, como lo quería la época. La diferencia entre los sexos estaba oculta y el mundo quedaba “naturalmente” regido por la superioridad masculina.
Mayo del 68 fue un movimiento insurreccional, una toma deslumbradora de libertad, que trastornó la vida de un número inmenso de personas. La sociedad era encorsetada, sofocante, irrespirable, basada en estrictas relaciones de dominación. Hay que recordar la atmósfera de los institutos de chicas y la de los institutos de chicos para entender las constricciones morales que reinaban entonces. Hay que recordar que, simultáneamente, los levantamientos y los movimientos de independencia se extienden por los cinco continentes. Inspiraban a la juventud. Y la sociedad francesa tomó bruscamente conciencia que un tercio de la población (4) tenía menos de 20 años y que los jóvenes (los hijos del baby boom de la postguerra) tenían sed de futuro y de vida verdadera. Las relaciones de dominación fueron sacudidas en las universidades, en las fábricas, en los hospitales, con excepción de las que regían las relaciones entre los hombres y las mujeres. Las reivindicaciones de las mujeres a nivel social, económico y político no se tomaban en cuenta. Y todavía menos las que concernían a su cuerpo y su sexualidad. Sin embargo, “la vida sexual” (5) estaba abiertamente a la orden del día. Recordamos la frase dirigida por Daniel Cohn Bendit al ministro de la Juventud y los Deportes, en enero de 1968. Declaraba al ministro que en 300 páginas, en su Libro Blanco sobre la juventud, no se hacía mención en ninguna parte a los “problemas sexuales” de los jóvenes. El término neutro de “los jóvenes”, aparentemente asexuado, no dejaba de mostrar la ocultación de los problemas sexuales de las mujeres.
Recordemos, sin embargo, que el Movimiento francés para la Planificación Familiar (MLF) existía desde 1960 y, algunos meses antes de mayo de 1968, en diciembre de 1967 (6), la ley Neuwirth adoptada en la Asamblea Nacional, autorizó la anticoncepción y especialmente la pastilla anticonceptiva. La ley Neuwirth fue un primer paso hacia la revolución de las mujeres. Puso parcialmente fin a la ley de 1920 que prohibía la anticoncepción y el aborto. Una ley reforzada bajo Vichy que decretó el aborto “crimen contra el Estado” susceptible de la pena de muerte (7). Para anular definitivamente esa prohibición será necesario esperar a los eslóganes del MLF, “nuestro cuerpo nos pertenece”, y el Manifiesto de las 343 en abril de 1971 seguido por la Ley Veil, en 1975. Pero reconozcámoslo, desde el ‘67, el derecho a la anticoncepción cambió la relación de las mujeres con la pareja, la sexualidad, la familia, la maternidad, el trabajo o la ambición personal. Esta realidad – la ley Neuwirth y la planificación familiar-, lo que llamaba más arriba los “indicios”, no fueron registrados por los militantes del ‘68 y esa es una de las mayores aporías del movimiento de mayo. Evidentemente el sujeto del discurso era un sujeto masculino animado de una sexualidad masculina, gozando muy simplemente de una libido fálica y que no corría los riesgos de un embarazo no deseado y de un aborto clandestino, peligroso y a veces mortal.
Mayo del ‘68 fue un movimiento muy breve, fulgurante, pero decisivo. Contuvo en su corazón el movimiento del MLF y del Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (el FHAR) y arrastró la radicalización del Movimiento francés para la Planificación Familiar. Es difícil dar una fecha certificada para el MLF. Para unas es el ‘68, para otras el ‘70-‘71. Pero es claro que mayo del ‘68 dio los primeros empujes a través del impulso para la libertad entre las jóvenes chicas que éramos, presentes en la noche del 22 de marzo en Nanterre, o sobre las barricadas y las manifestaciones en París. Esa ola que nos llevaba era poderosa y fuerte. La efervescencia espectacular y creativa del ‘68 prosiguió en el curso de los siguientes años. El ‘68 fue el terreno fértil en el que germinaron el feminismo, el orgullo homosexual, la ecología y una solidaridad más humana que política. Para las mujeres, el movimiento se desarrolló en lucha por el aborto libre y gratuito, manifestaciones de solidaridad internacional y de solidaridad con las obreras en lucha en Francia, presencia en los procesos al lado de las mujeres que habían abortado o habían sido víctimas de violencias sexuales y también al lado de las prostitutas en lucha en Lyon en 1975. Escribimos todo tipo de periódicos inspirados en la insolencia y la radicalidad de mayo del ‘68, El trapo de cocina quema, El diario de las mujeres y otros muchos. La sexualidad femenina fue denominada, estudiada, cuestionada. El movimiento de mujeres en todas sus componentes fue y sigue siendo una iluminación dinámica que descodifica y combate la visión falocéntrica del mundo, en sus formas más manifiestas, la misoginia y el feminicidio. Las iniciativas del movimiento de mujeres fueron transversales e internacionalistas. Puedo citar en desorden y sin ánimo de exhaustividad: los cuadernos de quejas de las mujeres, los Estados Generales de las mujeres, los lazos con las mujeres españolas en lucha contra el franquismo, la denuncia de las violaciones, arma de guerra en la ex-Yugoslavia o en Ruanda. Durante tres decenios he trabajado ahí, en el MLF, así como en las ediciones De las mujeres. Y sería injusta si no mencionase el psicoanálisis como uno de los componentes intelectuales más vivos de este movimiento.
Tras los treinta años que van desde el ‘68 hasta el 2000, entramos en el siglo XXI. En abril de 2004 oí en la radio a un siquiatra ruandés, el Dr. Naasson Munyandamutsa y a los supervivientes del genocidio de los tutsis, último genocidio del siglo XX. Diez años después, los y las supervivientes de Ruanda seguían viviendo en un completo deterioro síquico, físico y económico. Sin duda, siempre atormentada por el recuerdo de Noche y niebla, he compartido mi vida entre Francia y Ruanda en el curso de los últimos catorce años. He acompañado a los supervivientes en la medida en que se puede en su obra de reconstrucción de sí mismos, hasta iniciar un taller que ha dado nacimiento a la publicación de quince Cuadernos de memoria escritos por los supervivientes y que apareció el año pasado en Francia. En este periplo ruandés, he descubierto el trágico compromiso del gobierno francés –‘entregas de armas y entrenamiento militar de los combatientes’- y su alianza directa con los genocidas que compondrán desde el 8 de abril el gobierno provisional que fue responsable en 100 días de la muerte de 800.000 a un millón de personas. Los genocidas en fuga fueron más tarde acogidos con los brazos abiertos en Francia. Todo se dijo en los días siguientes en la prensa, gracias a la publicación del valiente libro de Guillaume Ancel, Ruanda, el fin del silencio, testimonio de un oficial francés.
En septiembre de 2015, entre dos viajes a Ruanda, fui por primera vez a Calais. No podía no ir. Tenía lugar una manifestación de solidaridad con los refugiados. Mucha gente. Después todo se ha mezclado, mis viajes a Ruanda y el desmantelamiento de La Jungla [campamento de personas refugiadas y migrantes que intentaban cruzar el Canal de la Mancha]. En la primera quincena del mes de marzo de 2016 estaba en Kigali cuando se desmanteló la zona sur, estremecida por la destrucción y la violencia que se desparramaba en La Jungla de Calais. De vuelta a Kigali, con Michelle Muller -mi amiga de siempre y compañera de lucha desde hace más de cuarenta años-, en septiembre de 2016 volvimos a Calais. Algunas semanas más tarde ya no quedaba nada de la pequeña ciudad creativa y desesperada que era La Jungla.
¿Cuáles son las huellas de mayo del 68 (y de los años siguientes) en este presente atormentado? Evidentemente, encuentro huellas del MLF en el movimiento #Me too que denuncia las violaciones impune y habitualmente cometidas por los hombres en el poder, que utilizan las agresiones sexuales como la más eficaz de las armas de chantaje frente a las mujeres necesitadas o vulnerables. Este movimiento ataca la pretendida igualdad democrática en la que los derechos serían los mismos para todos y todas. Revela sobre todo el ejercicio exclusivo y abusivo del poder por los hombres, especialmente en términos de relación de fuerzas entre los sexos.
Paralelamente yo reencuentro el espíritu del mayo del 68 en el movimiento de solidaridad con los refugiados. Una virulenta denuncia de las fronteras se expresó en el 68. Dos eslóganes lo muestran: “Pasamos de las fronteras” y “Todos somos judíos alemanes”.
En Francia, donde el Estado no respeta ninguna de sus obligaciones y donde la solidaridad es considerada un delito (8), en Europa (en la que los dirigentes quieren erigir barricadas que hagan infranqueables sus fronteras (9)) y en el mundo, la solidaridad con los refugiados actúa concretamente en el mismo sentido. ¿Los activistas ingleses no se llaman a sí mismos No borders? Los eslóganes se han encarnado en lo real, aunque las fronteras estén cada vez más cerradas, encadenadas y erizadas de alambradas y que se hayan erigido muros en todo el planeta. En Calais en septiembre de 2015, los refugiados gritaban: “Somos humanos. No somos criminales”.
Sin cesar de hablar de los refugiados, cambio de continente. En febrero de 2018, en Israel, amenazados de deportación, los refugiados eritreos y sudaneses (dos de las peores dictaduras de África) retoman a su vez ese mismo eslogan. El jugoso y asesino tráfico de los traficantes y de las mafias y las negociaciones más o menos secretas entre los Estados han precedido a la decisión de expulsarles. En el desierto del Sinaí los inmigrantes han sido vendidos, revendidos, torturados, matados (10) por los beduinos antes que se levante un muro de 242 Km entre la franja de Gaza y Eilat (2014). En sus pancartas, en las manifestaciones, los refugiados escriben: “No estamos para la venta”. Y aquí estoy sumergida de nuevo en “mi” historia. El disgusto ante la injusticia, el odio, la esclavitud (11), la violación y la trata de los cuerpos.
Sin embargo, en Israel se ha levantado un viento nuevo con quienes reivindican la ética del Tikkun olam (reparar el mundo), que agrupa a médicos, pilotos de avión, diplomáticos, rabinos, intelectuales y supervivientes de la Shoah y que acaba de conseguir una victoria. El Tribunal Supremo israelí acaba en efecto de suspender (ciertamente de forma provisional) la decisión gubernamental de expulsar a millares de inmigrantes hacia sus países origen. Me siento próximo de ellos. En Calais y en París estoy al lado de los refugiados, en Kigali al lado de los supervivientes. Me siento “con”, ni a favor ni en contra. Este “con” me lleva y me da las fuerzas de la esperanza, en un mundo que se ha convertido de forma increíble y trágica en mucho peor que el del ‘68. Pero es también un mundo lleno de posibles, en los lugares, en la tierra y en el mar, donde los voluntarios (12) están presentes con todas sus fuerzas con los refugiados, tanto en el Mediterráneo como bajo los altos nevados y helados o bajo las tiendas que se alinean en París antes de ser destruidas por la policía.
Para concluir, a todos los que han huido de sus países transformados en lugares de horror y de muerte, refugiados en Libia, en Israel, en Grecia, en Lampedusa, en Calais, en Ventimiglia y otras partes, transmito el mensaje metafórico de Gilles Clément, paisajista, presidente de honor del PEROU (Polo de exploración de los recursos urbanos). Lo cito: “En tanto que gaviota yo atravieso los acantilados, las dunas y las carreteras de asfalto, pasando por el aire. Sobrevuelo las ciudades y veo los barcos pesados que intentar escapar del puerto. Cuando se presta el tiempo, voy en paralelo por las costas y a veces atravieso los brazos de mar que comunican las islas y los continentes. Ya que para mí, gaviota, el mar es un lazo, no es un obstáculo. Comprenderéis porque no entiendo detenerse en la ribera y que se muera por querer abandonar una tierra para alcanzar otra, por lejana que sea, tan incierta y sin embargo cargada de esperanza (13)”.
Para acabar tengo un pensamiento emocionado por los camaradas, nuestros próximos amigos que ya no están – en particular Xabier Langlade, Jean-Franklin Narodetzki, Alain Frappart, Fabrice Pinte, Daniel Bensaïd. Y expreso mi gratitud a los profesores y a los pensadores que han acompañado y a veces precedido al movimiento – muy particularmente Henri Lefebvre y Guy Debord, o Jean-François Lyotard.
Muchas gracias.
(Nanterre, 23 de marzo de 2018)
*Florence Proudhomme, filósofa. Autora de Rwanda, l’art de se reconstruire (talleres Henry Dougier, 2015) y directora de Cahiers de mémoire, Kigali, 2014 (Classiques Garnier, 2017).
Notas
1/ Ver el Reglamento interno de las residencias universitarias de Nanterre. Cf., Le Monde, 22 de marzo de 2018.
2/ En 1963, el decreto “Capelle-Fouchet” transformó en mixtos los colegios de enseñanza secundaria. En los años setenta, bajo la impulsión del 68, la mixidad se extendió a los institutos. La mixidad escolar se hizo obligatoria por la ley Haby, en 1975. Una resolución del Senado de 12 de julio de 1982 sobre la educación educativa contra los prejuicios sexistas tuvo por objeto promover la igualdad de oportunidades entre chicas y chicos y a hacer desparecer todas las discriminaciones contra las mujeres. Así pues solo en 1982 la mixidad se vio asignar una finalidad en términos de igualdad de oportunidades.
3/ Materiales para la historia de nuestro tiempo/año 1968. Número telemático: Mayo-68: los movimientos estudiantiles en Francia y en el mundo. Entrevista de Pierre Grappin, decano de la Facultad de Nanterre.
4/ Ocho millones de jóvenes en Francia tenían entre 16 y 24 años. “22 mars, personne ne voulait de leaders”, entrevista a Serge July, Libération, 22 de marzo de 2018.
5/ D. Cohn Bendit se dirige a F. Missoffe, ministro de la Juventud y los Deportes, en Nanterre en enero de 1968: “He leído vuestro Libro Blanco sobre la juventud. En 300 páginas, no hay ni una sola palabra sobre los problemas sexuales de los jóvenes”.
6/ En la época más de 200 000 abortos clandestinos tenían lugar cada año en Francia.
7/ En 1943 fue guillotinada una mujer responsable de haber practicado abortos.
8/ Benoît Ducos, voluntario de salvamento, es perseguido por haber socorrido el 11 de marzo de 2018 a una mujer inmigrante que estaba a punto de dar a luz en el alto de Montgenèvre. Arriesga la pena que se impone a quienes pasan a la gente: es decir, un máximo de 30.000 euros y 5 años de prisión.
9/ Charles Heller y Cristina del Biaggio hablan de la “criminalización del gesto solidario”, “En el monte como en el mar, la frontera es violenta para los inmigrantes”, Libération, 15 de diciembre de 2017.
10/ Jean-Paul Mari, “Les bateaux ivres, J.C. Lattès, 2015.
11/ Jean-Paul Mari, “Les bateaux ivres, J.C. Lattès, 2015.
12/ En Libia, esclavitud y venta de seres humanos.
13/ 14 de marzo de 2016, Considérant les oiseaux survolant Calais, https: //reinventercalais.org/articles/goeland/
https://blogs.mediapart.fr/florence-prudhomme/blog/240318/22-mars-1968-mai-68-et-les-femmes
(Traducción: viento sur, 11/04/2018)
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