Zapatismo: espacios de resistencia, otra política y socialización di Arturo Anguiano*

 

  1. La lucha del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se ha convertido en México en una fuerza catalizadora del deterioro de las instituciones estatales, al cuestionarlas y prescindir de ellas. En México, como tal vez en pocos lugares, el Estado fue siempre un punto de referencia fundamental, el interlocutor ineludible, el mediador obligado. Estado fuerte y centralizado, instituciones determinadas por la desmesura del poder presidencial y por lo mismo frágiles. La democracia y el espacio público, lo político, fue confiscado a una sociedad ayuna de ciudadanía (apresada en lo colectivo corporativizado o la marginación) y que cuando se rebeló duraderamente -luego del estallido de 1968 y su secuela de movilizaciones sociales y políticas en los setenta y los ochenta-, reformas electorales recurrentes tramadas desde arriba solamente flexibilizaron el ejercicio de las libertades, mientras el espacio público apenas se amplió a los actores políticos institucionales en que devinieron los partidos legalmente registrados.

Cada concesión democrática, cada espacio público ocupado por la sociedad, fueron arrancados al poder en luchas recurrentes que sin embargo no dejaron de sufrir derrotas y retrocesos. Al final de cuentas, la cultura política que generó por largo tiempo el PRI-Gobierno/1 (como se conoció popularmente al régimen autoritario), se volvió una auténtica cultura nacional que no ha dejado de condicionar e impregnar fuerzas políticas, actores sociales y en particular las relaciones de la sociedad con el Estado y sus aparatos. Sus rasgos (verticalismo, clientelismo, corrupción y patrimonialismo) se siguen reproduciendo en la actualidad por parte no solo del gobierno nacional, sino de todas las instancias del Estado, ya sean municipales, estatales o nacionales, incluyendo a los partidos políticos legalizados. Por costumbre o debilidad, muchos actores

1/ Partido Revolucionario Institucional.
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sociales que lograron sustraerse al régimen corporativo, prosiguen privilegiando al Estado, particularmente las instancias de gobierno, como interlocutores, ante quienes dirigen peticiones y demandas.

Más de tres décadas de estrategias neoliberales asumidas por todos los partidos y sus gobiernos como fatalidades, impusieron la precarización generalizada del trabajo, el desempleo masivo y la explosión del sector informal de la economía y hasta la exclusión pura y simple como rasgos de la normalidad capitalista. Evidentemente menguaron las posibilidades de negociación de los actores sociales (corporativos o independientes), generando desconfianza y resentimiento en particular contra el Estado, que prácticamente sustituyó las políticas sociales por muy restringidas políticas meramente asistencialistas, dirigidas básicamente a combatir la pobreza extrema. Esta es una historia que se reproduce a todos los niveles del país, alimentada no solo por la oligarquía del dinero que ha reforzado en plena crisis la explotación y el despojo, sino igualmente los partidos (PRI, Partido de Acción Nacional (PAN) y Partido de la Renovación Democrática (PRD) en especial) que en las distintas estancias estatales que ocupan (gobiernos o cargos de representación), se mimetizan y se desviven por garantizar la centralidad de los intereses patronales, refrendando prácticas de sometimiento y manipulación de los actores y núcleos sociales desposeídos.

Gobiernos e instituciones estatales (lo mismo legislativas que judiciales) no han dejado de perder la confianza de una ciudadanía que a pesar de todo exige y se organiza. Los procesos electorales para la renovación de los representantes y gobernantes han vuelto a cuestionarse por manipulaciones fraudulentas y las votaciones son cada vez más reducidas, creciendo el abstencionismo que los deslegitima. Y si bien muchos actores (organizaciones de todo tipo, núcleos sociales, individuos, etc.) continúan manteniendo lazos clientelares con partidos y funcionarios de distintas instancias gubernamentales o alimentan esperanzas en líderes providenciales como Andrés López Obrador quien jamás ha logrado formular una alternativa de izquierda efectiva, muchos también se desilusionan, abandonan o rompen y hasta los rechazan abiertamente.

La degradación de las instituciones estatales y el repudio a las mismas se agravó durante el gobierno de Felipe Calderón (2006-2012) que impuso una estrategia militar contra el crimen organizado y de guerra contra la sociedad, con la que buscó legitimarse mediante el miedo y la inseguridad que generalizó a toda la nación. Los derechos humanos se violaron en forma recurrente y extensa, los espacios públicos se fueron cerrando bajo la estrategia del miedo que trató de arraigar el conformismo, la parálisis social. El saldo fueron más de cien mil muertos, decenas de miles de desaparecidos y desplazados, el desprestigio y aislamiento social del gobierno y su partido, el PAN. El nuevo gobierno del PRI, encabezado por Enrique Peña Nieto, ha tratado de legitimarse con el aval de los principales partidos, mediante el Pacto por México, cuyas decisiones elitistas (reforma laboral, educativa, financiera, fiscal, energética, etc.) están generando conflictos de envergadura y un rechazo social ante la evidente cooptación y desnaturalización de la pretendida oposición al poder. Ha logrado acentuar la desconfianza de amplias capas de la sociedad respecto a las políticas y los políticos de arriba, incapaces de diferenciase y cambiar. Incluso han emergido movimientos sociales que cuestionan al poder y a sus partidos, como el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad organizado y expresión de las víctimas de la violencia estatal y del narco, y #Yosoy 132 que renovó imaginativamente lucha y la presencia crítica de los estudiantes. Ambos se preocuparon no solo por hacerse visibles, sino de recuperar espacios públicos confiscados y dar cauce a participaciones de la sociedad.

  1. Precisamente la degradación de la situación política y social del país, por la violencia y la inseguridad generalizadas y la falta de confianza en las instituciones estatales (en este caso sobre todo de gobiernos y fuerzas de seguridad) llevaron a comunidades de cada vez más lugares del país a reforzar o crear formas autónomas de defensa, como las policías comunitarias, e incluso la reivindicación de la autonomía y el autogobierno en sus pueblos y comunidades. La explosión de estas formas de autorganización en particular durante el último año, ha provocado la ofensiva de toda la clase política (la oligarquía estatal), escabezada curiosamente por el pretendido partido de izquierda, el PRD, a fin de desarmarlas y neutralizarlas, incluso si han sido cobijadas por la legalidad constitucional.
  2. Pero la experiencia más significativa, amplia y duradera de rechazo de las instituciones estatales degradadas y de construcción de alternativas efectivas de autonomía y autogobierno, esto es de espacios públicos y de participación política originales, es sin duda la desarrollada por las comunidades zapatistas en Chiapas. El rechazo de todas las instancias estatales a los Acuerdos de San Andrés y la propuesta de reforma constitucional sobre los derechos y cultura indígenas en abril de 2001, evidenció que partidos, legisladores, gobierno federal y hasta el poder judicial ignoraron no solo acuerdos firmados entre los rebeldes y el gobierno federal en 1996 (renunciados por el presidente Zedillo, quien unilateralmente retiró su firma), sino el clamor de millones de mexicanos (y hasta de la opinión pública internacional) que acompañaron y avalaron la exigencia del EZLN en su recorrido hacia la Ciudad de México (Marcha de la Dignidad Indígena), realizada entonces con el propósito de solicitar su aprobación al Congreso. La contrarreforma indígena que se aprobó no solo deslegitimó lo que podría haberse legitimado como nunca, sino que produjo la ruptura de los zapatistas con la clase política y los poderes federales institucionales.

En su regreso a Chiapas luego de la aventura de la también llamada Marcha del Color de la Tierra, la comandancia zapatista recorrió significativamente sus comunidades en una suerte de balance. Después, siguió un largo repliegue que se tradujo en la puesta en práctica de los renegados Acuerdos de San Andrés sobre derechos y cultura indígenas, desarrollando y profundizando por la vía de los hechos los procesos de autonomía y autogobierno. Reorganizó los municipios autónomos rebeldes a mediados de 2003 a través de la creación de los Caracoles (verdaderas puertas y ventanas de las comunidades) y las Juntas de Buen Gobierno (JBG) en cada uno de ellos, separando lo civil de lo militar, que se replegó a sus funciones específicas. Con la Sexta declaración de la Selva Lacandona, en junio de 2005 se redefinió su estrategia que para nada consideraba las instituciones estatales ni a la clase política sino solo para reforzar su deslinde y la necesidad de combatirlas. Los zapatistas se dirigieron a todos los explotados y desposeídos de México convocándolos a participar en la otra campaña como una forma de construir otra política y una alternativa anticapitalista.

Desde inicios de 2006, en plena campaña de los partidos por la renovación de la Presidencia de la República, el nuevo recorrido de la comandancia zapatista por todo el país encontró comunidades, colectivos, luchas, resistencias, tejió solidaridades y sueños, que sensibilizaron y cambiaron a todos y todas, primero que a nadie a los propios zapatistas. Fue un esfuerzo deliberado por recuperar el espacio público o construir y anudar nuevos espacios participativos, lugares de resistencia, de ahí también la importancia y la atención que le otorgaron a los medios de comunicación alternativos. Luego de la agresión policial a los pobladores de Atenco en vísperas de las elecciones presidenciales, de nuevo por parte de instancias gubernamentales del PRD, el PRI y el PAN, la otra campaña cambió de ritmo pero se sostuvo hasta finales de 2007, cuando los vientos de guerra obligaron a los zapatistas a un nuevo repliegue que resultó extremadamente creador.

  1. En efecto, cuando el 21 de diciembre de 2012, en el 13 Baktun maya -ya con el nuevo gobierno priísta en funciones- irrumpieron inesperadamente en cinco ciudades de Chiapas, como salidos de la nada y bajo la lluvia, más de cuarenta mil zapatistas, la sorpresa y la admiración fueron generalizadas en el país. En silencio, en perfecta disciplina y con el puño en alto las concentraciones de las bases de apoyo zapatistas anunciaron simbólicamente la resurgencia del EZLN, la continuidad de su nunca abandonado desafío al poder. Cuando los de arriba (y en muchas partes y medios) se cansaban de darlo por muerto o venido a menos, su contundente mensaje de resistencia provocó ondas de choque en la coyuntura política nacional.

En las ciudades de Palenque, Altamirano, las Margaritas, Ocosingo y San Cristóbal de las Casas, los miramos y nos miramos a nosotros mismos en silencio. No es el nuestro un mensaje de resignación. No lo es de guerra, de muerte, de destrucción. Nuestro men- saje es de lucha y resistencia.

“Una política que, en consecuencia, se coloca al margen del poder legal, pero que en los hechos trata de reconstituir el poder desde abajo (nada de ‘cambiar el mundo sin tomar el poder’), estableciendo mecanismos democráticos…”

El estruendo del silencio y el impacto de la multitud que mostró un zapatismo renovado y reforzado, fue seguido por un comunicado del Subcomandante Marcos: “¡Escucharon? Es el sonido de su mundo derrumbándose. Es el nuestro resurgiendo”. La renovada presencia pública del zapatismo se fue tejiendo a lo largo de las semanas y meses siguientes, con explicaciones de pretendidos silencios o ausencias, con la reiteración de su deslinde con toda la clase política y gobiernos (“sin excepción alguna, han hecho todo lo posible por destruirnos, por comprarnos, por rendirnos”), sobre el rechazo a lo electoral (“toca al pueblo de México que se organiza en formas de lucha electoral y resiste, decidir si sigue

viendo en nosotros a los enemigos o rivales […] o reconocen al fin en nosotros otra forma de hacer política”). Igualmente insisten en la continuidad del forjamiento de otra política, dan por concluida la otra campaña, reafirman los objetivos de La Sexta y la necesidad de romper el cerco, de reconstruir puentes, vinculaciones que permitan avanzar en un proyecto a largo plazo, “la construcción de una alternativa no institucional de izquierda” y definir colectivamente “el por qué luchamos”. Un proyecto que no puede ser sino global: “el territorio de nuestro accionar está ahora claramente delimitado: el planeta llamado ‘Tierra’, ubicado en el llamado Sistema Solar”.

Lo más significativo es el balance sobre los largos años de repliegue creativo que revelan al EZLN renovado con nuevas generaciones y fortalecido. Sobre todo señala las transformaciones sociales que no han dejado de producirse en las comunidades zapatistas, ahora con mejores condiciones de vida, logradas sin lastimar a la naturaleza, con un autogobierno más estructurado y operante, con el crecimiento colectivo de una cultura que florece vinculada a culturas de otros pueblos del mundo, en fin, con el florecimiento de una nueva forma de vida social. En su ofensiva política, los zapatistas explican que todo eso lo han conseguido “no solo sin el gobierno, la clase política y medios que los acompañan, (sino) también resistiendo sus ataques de todo tipo”, que la verdadera democracia solamente la pueden hacer los pueblos (“no se hace la democracia cada 6 o cada 3 años (…) la democracia se hace todos los días de trabajo en todas las instancias del gobierno autónomo y junto con los pueblos, mujeres y hombres”), que la lucha contra el capitalismo neoliberal es cotidiana y busca desaparecer la explotación, a los explotadores y construir una nueva vida sin explotación ni opresión.

De esta forma, anunciaron los avances en la implementación de su autonomía y autogobierno como el terreno de experimentación y maduración de una política diferente, participativa, incluyente, sin discriminaciones, organizada abajo y por abajo, concebida como experimento cotidiano, como forma de vida de las comunidades y pueblos, de todos sus miembros, hombres y mujeres, adultos, ancianos y niños, involucrados en la discusión, análisis y solución de los problemas de la comunidad, de su desarrollo. Una política no estatal, ajena a los procesos institucionales cuyos actores exclusivos son quienes conforman la clase política organizada en partidos registrados. Una política que se basa en la autoactividad, la autoorganización, la autogestión y el autogobierno. Una política que, en consecuencia, se coloca al margen del poder legal, pero que en los hechos trata de reconstituir el poder desde abajo (nada de “cambiar el mundo sin tomar el poder”), estableciendo mecanismos democráticos que sintetizan en siete principios: servir y no servirse, representar y no suplantar, construir y no destruir, obedecer y no mandar, proponer y no imponer, convencer y no vencer, bajar y no subir. No deja de ser una suerte de democracia representativa, con divisiones del trabajo, con responsabilidades (cargos) diferenciados, pero que establece relaciones, condicionamientos y controles que garantizan su funcionamiento democrático e igualitario. Por esto la rotación de los cargos, la no remuneración (solo ciertas ayudas acordadas por la asamblea), la rendición de cuentas y la vigilancia por parte de las comunidades, del propio pueblo, representan garantías fundamentales para el funcionamiento del gobierno autónomo, cualquiera que sea su nivel (municipal o de zona: Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (MAREZ), JBG, y lo mismo para distintas funciones y responsabilidades indispensables en el funcionamiento de las instancias, áreas y trabajos colectivos.

Una política que explicarán al detalle y ejemplificarán en los libros que prepararon para el primer curso de la Escuelita -como la llamaron-, La libertad según los zapatistas, que fue el nuevo paso que los zapatistas se plantearon para avanzar en su proyecto de resistencia y lucha en el marco de La Sexta.

  1. En el mes de agosto de este 2013, las comunidades zapatistas hicieron una impresionante e inusitada movilización para acoger en sus lugares, atender y transmitir su experiencia de autogobierno y resistencia a cerca de dos mil invitados de México y varios países del mundo. La transmisión de la experiencia implicó la historia y la explicación de la construcción, organización y funciones y elección del autogobierno, realizado en particular a través de las cinco Juntas de Buen Gobierno, al igual que sobre las diferentes áreas de trabajo, como son educación, comercio, salud, comunicación, justicia, agrario, tránsito, proyectos, campamentistas, los bancos y en general la administración. Las relaciones entre la JBG y los Consejos Municipales de los municipios autónomos, lo mismo las relaciones entre las juntas y la CCRI, las asambleas (su organización, periodicidad y responsabilidades), los trabajos colectivos, la participación de la mujer (ahora, por lo general, en condiciones de paridad respecto a los hombres en las instancias de gobierno), la justicia, las relaciones con los no-zapatistas… Y cada Caracol, cada Junta de Buen Gobierno tiene su propia historia, sus experiencias, sus errores, sus aciertos, sus peculiaridades de acuerdo incluso al propio territorio que ocupan. Pueblos e invitados de todo el mundo convivieron, compartieron también su cotidianidad, sus alimentos, sus historias y hasta sus trabajos.

Imposible resumir aquí cuatro libros escritos en colectivo en los cinco caracoles. El autogobierno y el cambio en la política dejan ver un proceso profundo y plenamente enraizado de politización (de verdadera toma de conciencia) entre los pueblos y comunidades zapatistas a través de lo que ellos mismos consideran una democracia participativa. Pero, asimismo, se realiza como sustento material un importante proceso de socialización en los trabajos relacionados también con la producción, construyendo cooperativas e instancias, así como prácticas que combinan trabajos individuales y colectivos, los primeros para el beneficio de las familias, el segundo para gastos y proyectos del autogobierno. Producción, trabajos agrícolas y ganaderos en tierras recuperadas, ejidos y nuevos poblados, comercialización, abasto y hasta la búsqueda de un comercio justo de exportación involucran a distintas instancias y en general a los miembros, hombres y mujeres, de las comunidades. Es, sí, una economía de subsistencia, con diferencias y desigualdades que se van reduciendo en la medida de lo posible, trata de desarrollar su sustentabilidad y no deja de alimentar ciertas vinculaciones indispensables con el mercado, donde deben enfrentar riesgos y todos los mecanismos abusivos y corruptos prevalecientes. Pero, como un principio de resistencia autónoma, rechaza las políticas sociales del Estado, cualquiera que sean.

Un nuevo modo de vida, un autogobierno sostenido en principios democráticos autogestionarios y nuevas relaciones sociales igualitarias… No se trata de un islote, sino de un espacio de resistencia que se construye, vive y busca proyectarse transmitiendo no un modelo sino una experiencia, un camino que viene de atrás y se proyecta para el largo plazo. Un proceso de resistencia y liberación, de creación de un nuevo sujeto social y prácticas político-sociales que enraizan en la historia de los oprimidos del mundo. No tiene un futuro garantizado, todos los desenlaces son posibles y por ello la resistencia es permanente y los zapatistas tratan de echar puentes con otras luchas y experiencias y construir una alternativa anticapitalista de fondo al orden opresivo prevaleciente.

*Arturo Anguiano es profesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana de México DF. Es autor, entre otras obras, del libro El ocaso interminable. Política y sociedad en el México de los cambios rotos, México: Era, 2010

(Tratto da : VIENTO SUR Número 130/Noviembre 2013)

Bibliografía citada

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Diversos comunicados a partir del 22 de diciembre de 2012 disponibles en: http://enlacezapatista.ezln.org.mx/

Los libros de la Escuelita zapatista se pueden bajar en: http://anarquiacoronada.blogspot.mx/2013/09/primera-escuela-zapatista-descarga-sus.html

VIENTO SUR Número 130/Noviembre 2013 

 

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